El fútbol para mi siempre ha sido algo emocional. Es ahí donde puedo explotar, saltar, reír, gritar, celebrar; para después bajar las revoluciones y seguir con los típicos problemas del día a día.

No escogí a Pumas por ser el equipo de moda, el equipo con más campeonatos o con más afición. De pequeño nunca vi una televisión encendida con un partido de fútbol, tampoco vi a mi padre sentarse a ver el resumen de la jornada y mucho menos escuché en la sobremesa de mi hogar una platica sobre tal o cual equipo.

Escogí a Pumas el día que pisé Ciudad Universitaria, el día que supe la ideología que representa, me enamoré del azul y oro en el uniforme con el puma al centro y enloquecí el día que entoné mi primer goya en el pebetero del Olímpico Universitario.

Yo escogí ser de Pumas, nadie me lo enseñó y nadie me lo impuso. Ser de Pumas significa sufrir mucho y celebrar poco, significa ir en contra de la lógica, significa tener más corazón que talento, significa jugar con más agallas que con dinero. Ser de Pumas significa y representa mis principios y mi manera de encarar la vida, también refleja mucho de mi propia esencia y personalidad.

No espero que lo entiendas ni que me respetes. Si, es un juego, pero simboliza mucho más que una mera afición. Al final, las victorias las he celebrado en la sobriedad de mi interior, así como he sufrido las derrotas en mi inentendible soledad.

Un torneo nuevo, y la esperanza se renueva.

¡Goya Universidad!




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